OPINIÓN
17 de junio de 2015
El cambio justo

Recorriendo las autopistas asoma, sobre el parque automotor, enorme cartel con el rostro de Sergio Massa expresando el cambio justo. El macrismo habla, razona y expresa por cuanto micrófono que atrapa que viene por el cambio. Nunca explican que clase de cambio.
Diferentes corrientes opositoras ensucian paredes con “Juntos por el cambio” o “cambiemos Buenos Aires” y así diferentes calificativos que se suman a este concepto automotor.
El oficialismo opta, por el contrario, por el continuismo. Pero además, expresa su indignación ante la mentira. Los medios coinciden en algo. Ellos son los autores ideológicos de la revolución de la mentira muy de moda en estos tiempos.
El vecino, el habitante, el estudiante, el obrero y el ama de casa se ve desbordado por tanto discurso que apela con cierta rapidez al descreimiento. El ciudadano piensa en voz alta y dice “estoy toda una vida para creer pero hace falta un minuto, un hecho, un acto para no confiar jamás nunca”.
Hoy el sistema se lanza a la arena política para convencer a sus futuros votantes con estos conceptos que consultoras liberales arman en función de jingles posmodernos. Pero por ahí no pasa la historia. El camino es la verdad, lo que no se sabe cuál es la parada exacta en este tránsito a la confianza.
Aristóteles , dijo alguna vez, no basta decir sólo la verdad, más conviene mostrar las causas de las falsedades. En el mejor sentido del filósofo griego si el oficialismo apela a esta idea el dueño de Clarín estaría en serios problemas.
Claro que uno debe entender que la verdad triunfa por sí misma, mientras que la mentira necesita complicidad. Ahí está el punto donde política llega y estaciona cual dársena portuaria. Habla de cambio, renovación, nuevo y siempre es lo mismo. Sólo difieren los protagonistas y el territorio.
Las elecciones las gana uno, el resto cae derrotado, sin embargo, pocos o casi nadie toma a la verdad como eje revolucionario. Los perdedores transfieren la culpa a la economía positiva, el error del pueblo o el triunfo de la selección en semifinales de copa que no interesa a nadie. Nunca se detienen en la terminal de la autocrítica.
Cicerón supo decir que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio, mientras Manuel Vicent en esta misma idea agregó: “el que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla”.
Y sobre estos pensamientos el sistema político trata de eludirlos. Ellos creen en el “cambio justo”, “Cambiemos Buenos Aires” o “juntos por el cambio”. Creen en la mentira salpicada de astucia y una mano de frivolidad. A uno de ellos esta idea le sirve, el resto vuelve a su casa con la frente marchita.
Tomas Fuller nos recuerda que la astucia puede tener vestidos, pero la verdad le gusta ir desnuda. Nada tan cierto, porque la única verdad es la realidad.
Mientras tanto, en momentos en que la revolución de la mentira penetra día a día en cada territorio, debemos planear y tejer la contra revolución. Un acto de participación que nos incluya. El arma es la verdad, si es cierto, pero pensando que el pasado ha huido, lo que espera está ausente, pero el presente es suyo.