OPINIÓN
18 de junio de 2015
El escorpión y la rana

Lo que hicieron con Massa no es política. “Lo dejaron herido de muerte sin ningún sentido”, confió una alta fuente opositora. Por ahora, el diputado renovador sigue en carrera con la versión que recorre las redacciones que si las encuestas siguen bajando es probable que deje la competencia.
Por Gabriel Princip
Hoy el massismo no tiene orden ni objetivo, sólo operaciones en la prensa nacional para demostrar su supervivencia. Igualmente su líder reconoció errores cometidos. La pregunta es, ¿Cuáles fueron esas fallas que nunca menciona?
Quienes se retiraron del frente en sus primeras declaraciones, esgrimen errores políticos pero terminan diciendo que el maltrato fue el factor común de los abandonos.
El ex intendente de Tigre se diluyó en su origen. Tan mal se comportó con figuras de la alta política que cuando fue el momento exacto tuvo su devolución. Pregunta, para fundamentar esta afirmación, ¿Por qué el Papa Francisco nunca lo recibió?
En el campo K su nombre y apellido es detestado por la traición cometida contra Néstor Kirchner en las legislativas que ganara Francisco De Narváez. En su nueva etapa como líder opositor, varios pares fueron víctimas de su falta de palabra. Uno de ellos, pronosticó en setiembre pasado “me voy a ir pero lo hare cuando haga más daño”. Tardo 7 meses y rompió el esquema massista.
Y así la mayoría. Aquellos que llegaron para cumplir el sueño a la gente se volvieron a sus partidos de origen luego de pasar por una pesadilla anunciada.
La mentira es moneda corriente en la política, aunque algunos exageran. En cambio, en Sergio forma parte de su naturaleza. No puede luchar contra ella. Quizás el último papelón, hasta ahora, fue cuando explicó el retiro de Miguel Peirano.
“Me dijo que se iba a China por una cuestión laboral”, adujo. Al otro día Peirano confirmaba su abandono por diferencias en la conducción política. Sin duda es su naturaleza. Para explicar mejor su forma de hacer política podemos recurrir al cuento del escorpión y la rana.
Cierto día, llegaban frente a un riacho el escorpión y la rana. Para proseguir debían saltar ese ojo de agua. La rana podía hacerlo porque saltaba, pero el escorpión no.
Cuando este último se dio cuenta que no podía saltar, trató de convencer a la rana.
“Escucha ranita, yo no puedo seguir pero si me haces un favor lo lograré”, le dijo.
“¿Qué favor?, preguntó la rana.
“Fácil, yo me coloco en tu lomo, saltas y llegamos al otro lado los dos”, explicó.
“Si claro, y cuando lleguemos me lanzas el aguijón”, dijo la rana.
“Te juro que no ranita, ¿cómo te haría eso a vos que me vas a salvar?”
“Nada, nada”, contestó la rana.
Finalmente la rana aceptó.
“Vamos ranita que nos salvamos”, exclamó el escorpión.
Cruzaron el riacho, el escorpión le agradeció a la ranita.
“Gracias ranita por todo”.
“De nada escorpión”, contestó la rana, pero esas serían sus últimas palabras.
En forma certera el escorpión clavó su aguijón.
Agonizando la ranita le preguntó al escorpión, “¿Por qué lo hiciste? ¿por qué?
“No sé, contestó el escorpión, es mi naturaleza”.
Con el diputado nacional pasó lo mismo. Su naturaleza le impidió construir una alternativa que justificara su discurso. Tampoco supo valorar a quienes llegaron temprano y se encolumnaron detrás de su sonrisa. Ellos, fueron los primeros en irse trocando esa sonrisa sin contenido por un dejo de tristeza justificada.