OPINIÓN
24 de junio de 2015
El cine y la realidad

Mi gran obsesión es imaginarme el país que pudimos ser y no somos. Todos dicen que tenemos todos los climas, todas las riquezas imaginables, sin problemas de razas o climáticos a pesar de lo cual tenemos penurias económicas y no estamos posicionados a la vanguardia de los países desarrollados.
Para graficarlo el cine nos pueda dar una pauta, yo propongo dos películas de Vittorio de SICA, una es MILAGRO EN MILAN (1951) y otra LADRÓN DE BICICLETAS (1948), hay muchísimas más en toda Europa.
La geografía que pintan esas multipremiadas obras de arte es una Italia pobre, miserable, tratando de sobrevivir con mendrugos al límite del delito. Por supuesto el ingenio creativo de este y tantos otros directores del neorrealismo nos apabulla, pero más allá de la estética fílmica está la realidad, aunque se la pinte estética, risueña y hasta poéticamente, era sumamente cruda en la postguerra.
Pasados 15 ó 20 años, ya en los años 70, ellos transformaron su país en próspero, industrial, pujante, que empezó a mostrar su ciencia, sus productos, su diseño y sus enormes bellezas naturales. Es cierto que hay hoy algunos problemas en la península como en toda Europa y el mundo, pero mientras nosotros nos debatíamos en gobiernos de facto, con largas noches oscuras, regalando nuestras riquezas, exportando talentos y declarando nuestra cesación de pagos, en otros lugares, en el Viejo Continente que dejó la Segunda Guerra, todos los países crecían como potencias reales.
¿Qué hicieron ellos y qué hicimos nosotros? ¿Quiénes gobernaron la Argentina para tanta degradación? ¿Qué política económica nos aplicaron para llegar a perderlo todo?
Ellos no se inclinaron ante nadie, creyeron en sí mismos y construyeron su futuro; nosotros pensamos que lo mejor siempre venía del exterior. El arte cinematográfico está en la trama, la música, la interpretación y las tomas elegidas, pero el lente no modifica la realidad y en muchos casos la refleja con total crueldad. Existió aquella Italia, como también aquella Argentina, ellos la elevaron, nosotros no.
Garcilazo