Cuando escuchamos el concepto “Revolución” pensamos en muertos, cambios, hombres barbudos, chicos que empuñan armas y demás sustantivos que el sistema se encarga de colocarnos en la cabeza.
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Pero también existieron Mahatma Gandhi y Martin Luther King que en su tiempo no eran apreciados y sólo fueron reconocidos en el tiempo. Hoy a la Argentina le pasa lo mismo.
Francisco, único Papa Latinoamericano, todavía es discutido en su patria chica. Lo mismo para Cristina Fernández. Pero pensemos un momento y despojémonos de cualquier camiseta que nos lleve al fanatismo.
El Papa, peronista y sagitariano, solucionó el tema cubano-norteamericano, fue a Estados Unidos y, en el nido de las víboras, se les plantó y habló de la injusta distribución de los ingresos. No sólo eso, en el ámbito de las Naciones Unidas habló de la pobreza, de la guerra, del tráfico de armas y de todo aquello que el dueño de casa tiene que ver. En su casa, les dijo “muchachos, a ver si la cortan”.
Unos días antes Cristina, también en la ONU, logró una votación histórica. Que fuese aprobado el proyecto argentino para que el planeta no sufra las consecuencias de los fondos buitres.
En un mismo mes, el gobierno argentino frenó a los especuladores que producen pobreza y el Papa se comportó como un verdadero peronista, ni yanqui ni marxista.
Pero a pesar de la felicitación mundial, los medios dominantes maltrataron a estos revolucionarios. Clarín puso en tapa al Papa pero dado vuelta, la Nación lo mencionó pero en forma harta mesurada, el resto siguió a estos dos medios.
En las calles argentinas también el tema dividió. Por un lado, las clases humildes aplaudiendo a rabiar a los dos y por el otro lado, el medio pelo argentino criticando al Papa porque fue a Cuba o porque se les plantó a los yanquis en su casa. Lo tragicómico fue cuando el Papa declaró que no había recibido a un jefe de estado. La derecha celebraba la pelea con Cristina hasta que se enteró que el Papa no había recibido al presidente de Colombia.
La historia pondrá en su lugar al Papa y a Cristina. Los medios pensarán primero en sus miserias, luego en la historia. La media clase seguirá esperando que Francisco pestañee con el ojo izquierdo para decir que se peleó con Cristina, al tiempo que suspirara el 11 de diciembre cuando la presidente se vaya.
El problema que van a tener los militantes del medio pelo es que en diciembre se concretará la oferta papal. Francisco quiere tener a su lado, como resorte político en la lucha contra el neoliberalismo mundial, a Cristina, Pepe Mujica y Lula.
La idea papal es recorrer el mundo con un sólo mensaje: destruir la pobreza y para ello necesita de estas espadas sudamericanas que están alineados en el pensamiento y en la obra. El enemigo universal es la guerra y de allí sus consecuencias: la miseria y la pobreza. Contra ellos irá a fondo el Papa y quizás con la ayuda de tres importantes ex presidentes.
La Carrió no lo soportará. La próxima jubilada no se bancará a su enemiga dos veces presidente y ahora, primer espada del Vaticano.
Con estos hechos, la Argentina se hizo notar en un planeta conflictivo. Realizó la revolución menos pensada. Entre el Papa y la presidente están dando cuenta del neoliberalismo mundial.
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